Evacuación en Kabul: Una crisis que abre el debate especista sobre qué vidas importan más que otras

por | Oct 5, 2021

Nowzad

Hace poco más de un mes, el mundo se conmocionaba por las noticias sobre un país asiático del que no se sabía mucho, salvo que fue el centro evidente del imperialismo estadounidense a partir del 2001. Dos décadas después de la invasión a Afganistán bajo la retórica de la guerra contra el terrorismo y de la cruzada por la “democracia”, Estados Unidos retira sus tropas con un aire de derrota y de vergüenza internacional; sobre todo, por la conquista de Kabul por parte de los talibanes, la organización contra la cual se estaba luchando. Curiosamente, pero no sin sorpresa, esta organización —que constituye un movimiento político-religioso-militar cuya raíz ideológica y teológica se encuentra en la vertiente tradicionalista del islam cercana a la de Arabia Saudita— fue impulsada, apoyada y sostenida económicamente por los Estados Unidos y otros países aliados para combatir, todavía en plena guerra fría, la invasión y ocupación de la Unión Soviética en Afganistán en 1979. Desde entonces, los talibanes han resistido toda intervención extranjera ampliando su territorio —incluso gobernando el país de 1996 a 2001, luego de la retirada soviética en 1989.

Durante sus años de gobierno, los talibanes ejercieron su interpretación fundamentalista de la ley islámica de manera rigurosa, exacerbando la dominación sobre las mujeres y minorías sexuales. Justamente, esta es una de las razones, entre otras —como la persecución brutal a la oposición política y la disminución de derechos sociales—, que ha generado tal conmoción en occidente el retorno al poder de los talibanes. Mucha de la información en medios internacionales sobre la retirada paulatina de Estados Unidos y la posterior victoria de los talibanes en Kabul el 15 de agosto de 2021, ha girado en torno a todo esto y, por supuesto, al trágico proceso de evacuación de personas que intentan salir del país.

Sin embargo, en paralelo con las imágenes y titulares sobre la reciente situación en Afganistán, se reportaba también la información sobre el caso de un “excéntrico” británico llamado Paul Farthing y su refugio. Paul “Pen” Farthing es un ex marino británico que fundó Nowzad en 2007, un refugio para perros/as, gatos/as y burros/as abandonados en Kabul. Este santuario fue creado con el fin de acoger, dice su fundador, a aquellos/as compañeros/as de batalla, que distintos soldados decidieran proteger. No obstante, a mediados de agosto comenzaron a hacer una campaña solicitando al mundo que les ayudaran a evacuar Kabul. Durante el último mes ha sido noticia por su intento de salir de esta ciudad con aproximadamente 200 perros/as y gatos/as luego de la toma del país por parte de los talibanes. Representa una odisea poder salir de este país islámico en medio del conflicto armado, de bombardeos en el aeropuerto y de una situación política difícil para la humanidad, pero aún más para los animales no humanos que resultan invisibilizados durante este tipo de emergencias “humanitarias”.

Kabul Small Animal Rescue/Twitter

Operación Arca fue el nombre con el que llamaron a la campaña para que el mundo volteara su mirada, no solo a las personas que estaban desesperadas por salir de Kabul, sino para que se apoyara mediática y económicamente la evacuación de trabajadores y animales no humanos del refugio Nowzad. Y aunque se volvió viral, por lo menos en sectores animalistas, y se recaudó suficiente dinero para alquilar un Airbus A330 —avión privado que se encargó de transportar al equipo humano y no humano—, las dificultades de seguridad y los evidentes obstáculos del gobierno británico hacían que pareciera una misión imposible. Primero, porque así hubiese un avión disponible, no estaba autorizado para llegar al aeropuerto; y, segundo, porque se daba prioridad a las personas que intentaban huir y no a los demás animales — aunque la presión de activistas en redes hacia el gobierno británico y estadounidense era para que ayudara a salir tanto a humanos como no humanos.

Las condiciones para llegar al aeropuerto eran muy inseguras. Los continuos bombardeos e incluso el ataque suicida llevado a cabo por talibanes el pasado 26 de agosto, el cual dejó alrededor de 170 personas muertas, obligaban al pueblo afgano y a extranjeros que se alejaran del lugar y esperaran nuevas indicaciones cuando la zona fuera más segura. A pesar de las vidas que se perdieron, afortunadamente Farthing informaba a través de redes que las personas del refugio y los demás animales esperaban a salvo una nueva posibilidad de embarque.

Finalmente, y a pesar de la situación, del papeleo estadounidense en el aeropuerto, del especismo de funcionarios del gobierno británico, y de la larga espera de estos animales en camiones (quienes corrían el riesgo de sufrir deshidratación), el equipo de Nowzard llegó el 29 de agosto a Reino Unido. Una odisea que, por lo menos para estos animales no humanos, tuvo aparentemente un buen desenlace[1]. No obstante, muchos animales no humanos quedaron en Kabul, en Nowzard, acompañados de voluntarios que los talibanes no dejaron salir por ser nacionales afganos. Actualmente se vive una situación muy difícil en ese país; sin duda, hay muchos otros/as rescatistas que tienen a su cuidado otro/as tantos animales, refugios que no están siendo visibles ante el mundo y que de igual manera podrían ser socorridos e incluso evacuados. Ni que decir de las mujeres que bajo el régimen talibán ven anulados sus derechos laborales, educativos y sociales; un pueblo afgano que se ve oprimido por discursos sectarios, intereses políticos y discursos violentos. Obviamente, no dejamos de pensar en ellos/as.

Ahora bien, a raíz de lo que sucedió con Farthing y su refugio, nos tomamos la tarea de investigar qué pasa con los animales no humanos en esa región, y nos dimos cuenta que Nowzad no era el único refugio de animales en Afganistán que intentaba salir y pedía ayuda internacional para lograr su propósito de poner sus animales a salvo. Kabul Small Animal Rescue fundado en 2018 por la estadounidense Charlotte Maxwell-Jones, quien, junto a 35 personas (muchas de ellas mujeres afganas), se encargan de dar refugio y atención veterinaria a alrededor de 250 animales que también necesitaban salir de Kabul antes del 31 de agosto, fecha límite para la evacuación del país luego de la toma del poder por parte de los talibanes.

Durante este intento Charlotte afirmó que, además de tener que superar distintos obstáculos impuestos por las fuerzas talibanes y sus compatriotas estadounidenses en el aeropuerto por la prohibición de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) para  “importar” perros de Afganistán (como si habláramos de cosas), también denunció que el ejército de su país había dejado abandonados a unos 125 perros en jaulas transportadoras, “perros de trabajo” abandonados y encerrados en el Aeropuerto Internacional Hamid Karzai. Ante esta denuncia, el Pentágono afirmó que todos sus “perros militares” habían salido del país con sus adiestradores, y que las fotografías de los animales enjaulados eran parte de los animales de Kabul Small Animal Rescue.

Posteriormente, voceros del refugio afirmaron que no se trata de perros de trabajo “propiedad” del ejército de los EE. UU., sino perros “contratados” que son entrenados por empresas privadas y están destinados para trabajos que pueden incluir operaciones militares y de vigilancia en Kabul. Este refugio logró rescatar en el aeropuerto a 46 perros de trabajo y a varios animales no humanos que fueron abandonados por quienes huían en los aviones destinados solo para personas. Muchos/as de ellos/as fueron abandonados/as por sus familias en el aeropuerto y, seguramente, hoy son perros vagabundos en la zona.

Charlotte, a diferencia de Farthing, no pudo salir de Kabul con sus acompañantes humanos y no humanos. Tuvo que regresar al refugio escoltada por las fuerzas talibanes, pues no podía ingresar con animales a su país. Actualmente, la política del Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, promulgada recientemente, suspende el transporte de perros desde casi 100 países a EE. UU, incluyendo Afganistán[2].  Esta política indica que pueden brindarse permisos en muy pocos casos; no obstante, esta situación de emergencia parecía no ameritar una exención a la norma. Kabul Small Animal Rescue sigue hoy su labor en Afganistán.

El 11 de septiembre, fecha en la que se conmemora el atentado a las torres gemelas en Nueva York y el “inicio” de la guerra en Afganistán, el equipo del refugio logra volver al aeropuerto, nuevamente escoltados por la armada talibán. Allí encuentran perros muertos, aunque logran salvar otros que no estaban en las mejores condiciones de salud. No obstante, verifican que muchos de los perros de trabajo siguen a salvo y están siendo cuidados en las perreras del aeropuerto, su hogar como “perros antibombas”. Hoy podemos ver sus publicaciones en redes rescatando no solo perros/as y gatos/as, sino tortugas, aves, conejos y distintas especies de animales no humanos que viven en Kabul y que deben sobrevivir a la opresión armada, al igual que muchas personas que no pudieron salir del país, aunque es evidente que para ellos/es juegan muchas más situaciones en contra. Queda la esperanza que hay personas como Charlotte, una mujer que se niega a salir de Afganistán hasta que logre con su equipo sacarlos a todos/as y encontrarles hogares lejos de la guerra, de trabajos forzados y de funcionarios/as y gobiernos especistas.

Difícilmente conocemos lo que sucede en Kabul con los animales no humanos más allá de las publicaciones que los activistas hacen en las redes sociales, pues hay muy poco cubrimiento por parte de los noticieros internacionales frente al tema. Y seguramente este artículo podría ampliarse con la labor de muchos otros/as rescatistas de animales. Incluso, casi un mes después, es poco lo que podemos leer sobre lo que sucede en el país, y es que, si poco nos ocupamos de lo que les pasa a los humanos, mucho menos de las demás especies. Estos dos refugios se hicieron medianamente virales en el mundo por su tarea titánica de salir con sus animales rescatados y por sus denuncias respecto al casi nulo apoyo de sus países para evacuar. Pero, ¿qué sucede con aquellos/as rescatistas que no provienen de una superpotencia política y económica? ¿Qué sucede con afganos/as que dedican su vida a salvar otras vidas, otras especies que también son víctimas de la guerra, de la pobreza, de la opresión humana que no comprende que estas vidas también valen? Ellos/as están lejos de entender por qué los usan para trabajar, por qué los abandonan a su suerte, por qué seguimos en la misma lógica que establece que unas vidas importan más que otras. Por eso, habrá que seguir atentos/as.

[1] https://www.facebook.com/nowzadrescue/posts/4525528844144815

[2] Dentro de la lista se encuentran países de América y el Caribe como Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Perú y Venezuela por considerarlos países con alto riesgo de rabia canina.

 

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