Los animales como víctimas de shows antropocentristas 

por | Dic 18, 2023

Lo que oculta el telón del especismo

Por: Pamela Ubillus

A mis redes sociales había llegado una publicidad sobre una granja temática ubicada a veinte minutos de mi casa, a las afueras de la ciudad. Ingresé al link y era un lugar de esparcimiento para las familias, con recorridos para alimentar a los animales, castillos inflables, cañón de espuma, piscina y shows. Decidí visitarlo.

Mi hija Zoe era pequeña, quizás tendría seis años. Cuando llegamos, pagamos la entrada y fuimos directo a la granja. Conforme las personas llegaban, formaban grupos para ir con el guía. Mientras caminábamos yo veía a los animales no humanos. Aparentemente, todo estaba bien. 

Transcurrieron las horas y nos acercamos al restaurante, cuando pasaron el menú la comodidad que sentí segundos antes, se desvaneció. Ofrecían cerdo, vaca, pollo, en variedad de presentaciones, para niños y para adultos; además de postres y bebidas. Un cúmulo de emociones se apoderaron de mí, estaba indignada, frustrada, consternada y con un gran sentimiento de culpa. Mientras esto ocurría vi a mi alrededor, las mesas estaban llenas de familias felices, unas comiendo y otras esperando su comida y nadie se inmutaba por lo que acababa de pasar. Levanté a mi hija y salimos.

Que paradójico resultó ser este espacio. Afuera, en la granja, los animales no humanos, los protagonistas de ese lugar, eran alimentados y acariciados por niños sonrientes que los veían asombrados y emocionados. Sin embargo, cruzando una puerta, esas mismas especies de animales no humanos, solo que otros individuos, habían sido asesinados. Así, bajo la sombra del referente ausente, sus cuerpos yacían desmembrados en la cocina y se servían como un ingrediente más. Sentarse en la mesa y esperar que traigan su pedido era una acción que ninguna de las personas, se cuestionaba ni les resultaba incomprensible estar en dos posiciones extremas, en un corto periodo de tiempo. Pagaban por verlos vivos y esas mismas personas, pagaban por consumir sus cuerpos

La interacción de esta doble identidad y la disyuntiva en la consideración moral socialmente “aceptada” entre perros y gatos, y no, hacia cerdos y vacas, se ha analizado y enfatizado los últimos años por los movimientos animalistas, por ejemplo. Melani Joy (2009) señala ¿Por qué queremos tanto a nuestros animales de compañía a los que llamamos “mascotas” y con quien forjamos relaciones que aumentan nuestra calidad humana; pero al mismo tiempo llamamos “comida” a otros animales y, en virtud de esa distinción semántica, ¿nos creemos con derecho a tratarlos con tanta crueldad como sea necesaria para reducir el precio por kilogramo?. Y sí, efectivamente hacemos eso, pero la realidad vivida en esta granja tiene más tela que cortar, porque es cierto que los citadinos viven en la selva de cemento y cada vez que van a la sección de carnes del supermercado, compran cuerpos fileteados, pero antes de esta acción no tuvieron ningún tipo de “relación” con estos animales denominados de granja, por lo que se podría decir, que esa compra es indiferente, carece de otredad. Pero en el caso abordado, minutos antes estas familias “ se conectaron” con otro ser sintiente.

Lo único que cabe decir, es que los animales fueron parte de un show antropocéntrico. En el primer escenario, eran vistos como entretenimiento y en el segundo, como animales destinados al consumo. Cada vez que pienso en la decisión que tomé al ir para allá, me avergüenzo de mí misma. En cualquiera de los dos casos, se reproducen prácticas dominantes que reflejan lógicas violentas con aquello que no es humano.

Analicemos la interacción en la granja. ¿De dónde vienen los animales que son destinados al consumo de los clientes? ¿llegan allá porque los dueños compran los otros cuerpos en el supermercado o, en algún momento determinado, alguien decide que animal sacrificar? ¿Cuándo lo hacen? ¿Cómo los matan? ¿Cómo escogen al más “idóneo”? ¿Cuántas personas lo hacen? ¿Hay niños presentes? ¿para asesinarlos, los llevan a un espacio lúgubre, o lo hacen frente a su manada, cuando todas las personas se fueron? ¿qué pasa con los nombres que tenían hace unas horas? ¿Quién lo hace, las mismas personas que hablaban sobre sus rutinas, los dueños o las personas que trabajan en los mataderos llenas de sedantes ilícitos para aguantar tanta violencia psicológica y física?

Quizás la hipótesis de que las mismas personas de esa granja los matan, comprobaría que el 100% de sus ingresos son a costa de la economía que mueven sus cuerpos vivos y muertos. Son vistos como propiedad y eso perpetúa que sus intereses siempre están por debajo de los nuestros. Criarlos y matarlos produce un beneficio económico máximo.

Ahora bien, a diferencia de la ciudad, ¿Qué pasa en el campo? ¿Cómo se desarrollan las relaciones entre humanos y animales no humanos? ¿Qué pasa con los niños?, muchos de ellos, ayudan a las hembras a parir, ven nacer a las crías, las cuidan, les ponen un nombre, juegan con ellos, velan por su bienestar. Pero en un momento determinado, los adultos a cargo, establecerán su tiempo de vida, es decir, el ciclo de vida de los animales no humanos llega a su fin, y con él, el vínculo afectivo; es decir, los niños normalizaran estas “rutinas” y las replicaran, puesto que esta imposición de cuidar y matar no es cuestionada, porque rompería el estatus quo.  

En el campo, las causas de los asesinatos a los animales no humanos, denominados de granja pueden ser varias. Incluidas las fiestas tradicionales que se celebran en los pueblos. En ese sentido, en el Ecuador, como un país pluricultural y multiétnico las fiestas reflejan la cosmovisión en la que los animales no humanos “participan” como parte esencial sea como ingrediente, espectáculo, vestimenta o trofeo; nombremos algunos ejemplos: en la Pampa mesa del Inti Raymi, fiesta del rey Sol, no puede faltar el cuy, la carne de borrego, la de res; en el Paseo del Chagra, hacen un desfile usando caballos y conducen a un toro, denominado pregonero, con cuatro sogas; en la Diablada Pillareña elaboran las Máscaras de los Diablos con cuernos y dientes de animales; y, en algunas provincias, se realizan “ceremonias” en torno al personaje principal, un gallo. En el primero, dos personas, cada una en un extremo, llevan pollos vivos colgando. En el segundo, denominado gallo capitán, consiste en que la mujer del prioste entrega un gallo corpulento y adornado al dueño de casa. El tercero, se trata de un “juego” en el que entierran a un gallo,  dejando su cabeza afuera, y los compadres, con los ojos vendados, tiene hasta tres intentos para cortar la cabeza del animal, que posteriormente, será cocinado. Estas  “fiestas” abarcan aspectos históricos, económicos, sociales, políticos y religiosos que pasan por alto dinámicas violentas, jerárquicas y dominantes para los animales no humanos

Desde el punto legal, social y político los animales no humanos, sobre todo los animales denominados “de granja” son vistos como propiedad, ese estatus es el que nos permite continuar tratándolos como esclavos, víctimas del especismo, el carnismo y el falogocentrismo. 

Esa misma granja, en manos de otra persona a fin con los derechos de los animales, podría convertirse en un santuario, que tenga como principal propósito velar por el bienestar y protección de los animales no humanos, por el resto de sus vidas. Además, como piedra angular tendría el objetivo de educar a la ciudadanía, brindar el conocimiento, la motivación y las herramientas necesarias para que tomen decisiones conscientes, libres de especismo. Programas sobre Educación Humanitaria basados en el respeto a los animales no humanos, a la preservación del medio ambiente, la empatía, la solidaridad, la defensa de los derechos humanos, y la necesidad de crear entornos positivos, justos y sostenibles, creando entes solucionadores de temas verdaderamente importantes. 

Es fundamental que percibamos las ironías de las situaciones, todo se confabula para que el ser humano cosifique e invisibilice en cualquier espacio, a los animales no humanos. Incluso, aquellos lugares que se venden como pedagógicos, interactivos o culturales, en nombre de la preservación de un pueblo. Cualquiera de ellos, pueden resultar injustos e indiferentes, consideremos tantas violencias físicas y simbólicas a los que son expuestos. Analicemos, a profundidad, nuestros entornos, cuestionemos nuestra forma de vida y costumbres. 


Referencias 

Torres, B. (2014). Por encima de su cadáver. La economía política de los derechos animales. Ochodoscuatroediciones. Madrid – España. 

Constitución de la República del Ecuador. (2008).

Diario el Universo. (19 de septiembre de 2014). Fiestas populares: La rama de gallos, el gallo capitán y el gallo compadre. https://www.eluniverso.com/vida-estilo/2014/09/19/nota/3986736/rama-gallos-gallo-capitan-gallo-compadre/

Joy, M. (2013). Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas. Plaza y Valdés Editores. Murcia – España. 

Valarezo, J. (2009). La fiesta popular tradicional del Ecuador. Cartografía de la Memoria. https://biblio.flacsoandes.edu.ec/libros/digital/52865.pdf

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