La sociedad especista y sus relaciones de poder antropocéntrico dominante a la luz de la pedagogía, los currículos y el activismo.

por | Jun 18, 2024

Por: Jorge Eduardo Montoya1

No hay duda de que la primera palabra (o, por lo menos, la primera idea o representación) a la que remite el término activismo, más que como sinónimo de manifestación o militancia, es a ese llamado cosmovisivo a la acción orientada, al actuar buscando transformar, a hacer algo en determinado sentido. Curiosa y coincidencialmente, “sentido” y “orientación”, es lo que brinda la pedagogía a las acciones educativas de diversa índole. 

En el anterior orden de ideas, el activismo resulta ser cierta suerte de pedagogía que se lleva a cabo con la intención de modificar realidades a partir de los elementos propios que la caracterizan, entre ellos, la planificación y la transmisión de valores. Pedagogía que debería estar sustentada en -y potenciada por- un aparato educativo menos antropocéntrico y más incluyente, que ya debería estar valorando, en este tiempo de avances e inclusiones, al “otro”, a esa otredad no circunscrita a la esfera únicamente de una especie para la cual el animal otro es solo un objeto de estudio, sin libertad, y dispuesto a servirle de manera indefinida. En este sentido, Pedersen (2010) hace referencia a un currículo oculto que media la relación entre humanos y no humanos en ese ámbito y que podría definirse como “zoocurrículo”, describiendo la enorme paradoja que subyace en la separación que promueve la escuela entre ética y animales no humanos. 

Precisamente desde la pedagogía crítica, Pedersen (2010) señala cómo, a medida que avanza el proceso educativo en la persona, se va limitando más la posibilidad de que esta desarrolle empatía y respeto hacia los demás animales: en tanto niños, niñas y adolescentes (NNA) crecen viendo series y películas sobre animales compañeros como amigos o como parte de la familia,  el sistema educativo proyecta a estos como consumibles  y jamás como sujetos con valor intrínseco o merecedores de derechos. En este punto surgen las preguntas de rigor:

¿deberían, o no, nuestros jóvenes de bachillerato estar discutiendo en clase la conveniencia o inconveniencia de la tauromaquia, las cabalgatas o las peleas de gallos? ¿deberían estar opinando, o no, acerca de una opción basada en plantas en sus alimentaciones escolares? ¿deberían estar pidiendo ser llevados a mataderos? ¿deberían estar preguntando por qué se disecciona a conejos y ratas y no a perros y gatos? No lo hacen, no lo cuestionan, porque tanto el currículo oculto como el oficial obran como elementos multiplicadores de la jerarquización especista establecida como orden, es decir, como lo señala Gajardo (2021), “por su valor como transmisor valórico y cultural de creencias y prácticas moralmente aceptadas en la relación humana animal, que sustentan la dominación hacia los animales no humanos”.

En suma, es en virtud del antropocentrismo y el bio-capitalismo hegemónico, que los animales no humanos son poco vistos como actores legítimos también dentro de la pedagogía. Latour (2005) opina que habría que considerar además el rol que juegan esos ‘actantes’ no-humanos en la configuración completa de las interacciones y situaciones sociales, condición que adquiere una relevancia evidente como  tarea y desafío pedagógico (presente en el currículo oficial y en el oculto, y, desde luego, en el activismo puro y duro, de calle) que considere las prácticas de producción de diferencias o “divisorias”, de las que hablara Foucault (1988), y cómo estas forman subjetividades. 

Anotado lo anterior, las preguntas obligadas serían: ¿hace, entonces, el activismo, en este momento, lo que debería estar haciendo el sistema educativo?, de ser posible ¿en qué punto se encuentran? ¿podrán confluir en algún momento? Esas respuestas tendrán que ver, no hay duda, con la incidencia, forma y trascendencia de los currículos ocultos. Ya se habló de la manera como un profesor ‘opresor’ puede transmitir, o estar “enseñando” por fuera de clase, esa opresión. Incluso extendiéndola a otras opresiones. Mas, no es culpa solo de este, igual sucede con el sistema completo: una escuela neoliberal que no se cuestiona un evento tan cotidiano como la alimentación, todo lo que hace es promover, en línea foucaultiana, un dispositivo de cuerpos dóciles en crecimiento, un laboratorio de sujetos humanos profundamente inhumanos o plenamente deshumanizados, tecnócratamente controlados y abiertamente consumistas. 

En esa dirección, en tanto los currículos lo hagan, organizaciones activistas como COALA, en Santiago de Cali, van a la calle en procura de incidir en los imaginarios, discursos y prácticas de los sujetos corrientes, negadores y negadoras de los derechos de los demás animales en su mayoría -en el afán de transformarlos-, a través de actividades que mantengan los principios de “Participación”, “Horizontalidad” y “Flexibilidad”, cercanos a la andragogía o educación entre, para y por adultos. 

En el primer aspecto, el de la “Participación”, se ha tenido en cuenta a la población intervenida, no considerándole mera receptora, sino con la posibilidad de interactuar, opinar y referir experiencias. Consolidando este principio se ubicaría “La Escuela de Formación Vegana” (EFV), proyecto bandera de su Departamento Educativo; también los diversos talleres, conversatorios y capacitaciones adelantadas por este mismo departamento en asocio con el Departamento Político, el ciclo de cine -foro- animalista organizado por los departamentos Artístico y Educativo, y la campaña “Mil Fotos Contra el Toreo” del colectivo en general. 

 “Flexibilidad” es la palabra clave del tercer principio andragógico, en función de ese requerimiento ligado a la paciencia que se obliga a reconocer diversidad en las aptitudes y destrezas. En ese sentido, recientemente COALA -en el marco de conmemoración del Día Internacional del Animal Explotado en Laboratorios- llevó al espacio público un juego de armar parejas que rememora la lúdica del antiguo “Concéntrese” de la televisión colombiana. Justamente así se le denominó:  “Concéntrese por los animales”.

En conclusión, la reivindicación de la alteridad animal es posible pedagógicamente, cualquiera sea el contexto y la fuerza transformadora que le impacte, dado que tanto el activismo, como el hecho educativo (en la pedagogía de la acción), son puntualmente eso: actividad, acción. 

Hay un bellísimo libro de Stefan Zweig de título “Los ojos del hermano eterno. Una leyenda” que transcurre en la época del Buda y habla de transformación. En esencia, luego de muchas vicisitudes, la compasión por todos los seres vivientes (karuna) inunda el corazón de Virata, un guerrero de mil batallas que termina considerando que, quien da muerte a un semejante, está asesinando a un hermano. Se transformó en un guerrero porque tuvo la posibilidad de empezar a ver “al otro” … a los otros. Eso busca el activismo y, ojalá, un día, el currículo prescrito o normativo (que he denominado a lo largo de este escrito como el “oficial”) de todas las instituciones educativas del país, para que, por esa vía, el currículo oculto (hecho de valores, normas y creencias no afirmadas de forma explícita, transmitidas a los alumnos mediante las estructuras significativas que subyacen en las relaciones en la escuela) cambie también. 

(Nota: gracias a Lina Guerrero, coordinadora del Departamento Educativo de COALA, por su apoyo en la consolidación de la información sobre las Acciones del Colectivo)


Referencias Bibliográficas:

Foucault, M. (1988). El sujeto y el poder. Revista Mexicana de Sociología, Vol. 50, No. 3 (Jul. – Sep., 1988), 3-20.

Gajardo, M. (2021). Educación especista Chile. El caso del currículum de Educación Parvularia. Santiago de Chile: Universidad Alberto Hurtado.

Latour, B. (2005). Reensamblar lo social: una introducción a la teoría del actor-red. Oxford: Oxford University Press .

Pedersen, H. (2010). Animals in Schools. Processes and Strategies in Human-Animal. West Lafayette, Indiana: Purdue University Press.


  1. Artista Plástico y Visual. Consultor Académico. Activista Antiespecista y Vegano.
    Miembro/Fundador del Movimiento Animalista del Valle. Miembro/Fundador de
    COALA – Colectivo Antiespecista Libertad Animal. Miembro de la Mesa Municipal
    de Derechos Humanos de Santiago de Cali. Representante del sector animalista
    en el Consejo Departamental de Paz, Reconciliación y Convivencia del Valle del
    Cauca. ↩︎

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