En los últimos días se aprobó en el Concejo de Bogotá un proyecto que busca aplicar medidas para combatir el cambio climático en la capital, entre otras cosas, porque es la ciudad de Colombia que más emisiones de CO2 produce. Tenemos tan mala calidad del aire que miles de personas mueren al año por problemas de salud asociados a la contaminación ambiental. Este panorama no pinta bien desde hace décadas, no obstante, es una problemática poco o nada relevante para la mayoría de políticos y ciudadanía en general. Y es que las catástrofes naturales que estamos viviendo se consideran, seguramente, como hechos aislados.
Ahora bien, para apaciguar esta situación, requerimos de medidas urgentes y de fondo, no solo de parte de la ciudadanía, sino de cada gobierno municipal, distrital o nacional. Ahora bien, enfocándonos puntualmente en esta iniciativa que ha sido noticia grata para algunas y no tanto para otros sectores, comenzaremos por recoger a grandes rasgos de qué se trata: presentado por la concejala Susana Muhamad de la Colombia Humana, es un proyecto, que incluye dentro su propuesta la declaración de un «Día distrital sin consumo de carne», sensibilizar de una manera pedagógica a los y las ciudadanas frente al consumo de carne y su relación con el aumento de los gases efecto invernadero. Esto con el propósito de que, por lo menos ese día, se desincentive el consumo de productos cárnicos.
Disminuir y no erradicar, desincentivar más no prohibir el consumo de carne. Se trata de un proyecto que hasta ahora parece ser una propuesta alimentaria de libre elección, buscando que las personas sean más conscientes de lo que consumen, y que entiendan que la alta demanda de productos cárnicos tiene serias consecuencias para el medio ambiente y por ende para el bienestar de la misma especie humana. La relación que tiene la crianza de animales no humanos con la deforestación y contaminación del aire y del agua son cuestiones que han evidenciado que la producción ganadera y el consumo de carne no solo afecta a los animales no humanos que son sacrificados diariamente para consumo humano, sino que el costo ambiental es demasiado alto. No obstante, en Colombia por ejemplo, para contrarrestar esta idea, han surgido iniciativas como la “ganadería sostenible” o “carne sostenible” en las que empresas como Angus azul, incluso se ufanan de contribuir con el bienestar animal, prometiendo una “producción cárnica respetuosa” no solo con los recursos naturales, sino con aquellos trabajadores y comunidades que viven en aquellas regiones de mayor producción ganadera, aportando así al discurso de una “explotación más humana de los animales y la tierra” en función del mismo proyecto económico y político.
Es así como, el cambio climático parece haberse convertido en uno de esos fantasmas que persiguen a esos “pobres hacendados”, que viven de la ganadería y el comercio de animales no humanos vivos y no vivos para consumo. Y si ahora le sumamos que este fantasma es motivo de iniciativas políticas planteadas por esa temida “izquierda mamerta comunista”, pues qué más pueden hacer esas “minorías desfavorecidas”, sino hacer un llamado al aumento del consumo de carne bajo el #NoComaCuentoComaCarne, y calificando dentro de sus apreciaciones más decentes, que se trata de una iniciativa inconstitucional, estúpida y absurda. Esta pataleta responde a que se tocan sus intereses, no solamente económicos sino también políticos. No olvidemos que el gremio ganadero en Colombia está relacionado con un proyecto político que ha mantenido su poder y su control territorial a partir del acaparamiento de tierras y el despojo violento del campesinado, el cual ha sido vinculado con grupos paramilitares1.
Pero en realidad ¿qué tan absurdo es pensar en un día sin carne en Bogotá?, ¿significaría que toda la ciudad dejaría de comprar o consumir carne por al menos un día del año? claramente la respuesta sería no, las rabietas especistas de aquellos empresarios que creen que se van a ver realmente afectados, es una reacción desafortunadamente exagerada; ya quisiéramos que de verdad al menos un día, la ciudad entendiera que puede alimentarse sin productos de origen animal, que las frutas y las verduras cultivadas por el campesinado colombiano y los emprendimientos veganos tuvieran una alta demanda, y que la producción cárnica disminuyera notable y exponencialmente. Pero a pesar de ser un avance, es difícil que esta iniciativa sea implementada en cada hogar, sea por preocupaciones de índole ambiental o por la liberación animal.
Ahora bien, hay que anotar que el no consumo de carne no siempre se da por libre elección, para muchas familias se trata de una cuestión económica, ya que comerla resulta ser un lujo, lo que hace que para muchos/as no sea un alimento de consumo diario. Y es que la carne brinda cierto estatus social a quienes la consumen, es un símbolo de poder económico, incluso de reafirmación de la masculinidad. No obstante, la crisis ambiental y la pandemia que estamos viviendo, ha hecho que muchas personas comiencen a reevaluar sus hábitos alimenticios, a llevar a cabo iniciativas pedagógicas, no prohibicionistas que planteen un consumo responsable consigo mismas, el ambiente y los demás animales.
Aunque aún falta que el proyecto pase a sanción de la alcaldesa Claudia López, este pone sobre la mesa lo importante que resulta tomar medidas para contrarrestar el daño ambiental, aunque desincentivar el consumo de carne no sea la única medida dentro de esta iniciativa.No obstante, ya va en contravía de aquellos, que esperan que el comportamiento de consumo de animales aumente luego de la emergencia sanitaria. Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura) el consumo de carne disminuyó en un 3% por temas de confinamiento, recesión económica, desempleo y distintos comercios en bancarrota, lo que podría conllevar a que el sacrificio de animales para consumo también estuviera en descenso.
Consideramos que esta iniciativa es un paso adelante en la comprensión del impacto que tiene el consumo, en su integralidad, en los diferentes eslabones de la cadena productiva. Un día sin carne permite decirle a FEDEGAN y demás grandes productores que hay otras alternativas alimenticias al consumo de carne, sin embargo, no puede quedarse en ese nivel, a nuestro parecer decir, aunque sea por un día “NO al consumo de carne” pone en cuestión cuál es o cuáles son las alternativas para la sociedad; desde nuestra perspectiva hay una oportunidad de acompañar la reivindicación de la producción campesina de los alimentos que llegan a nuestras cocinas y mesas, apuntando al reconocimiento de su labor y la importancia de diversificar las dietas de los hogares de Bogotá (para el caso concreto), dotándola de un componente político; ahora bien, se hace mucho más necesario cuando estamos en un contexto tan adverso para estos productores, al punto que tienen que regalar los frutos de su trabajo para que no tengan que botarlo y poder seguir trabajando por sus familia y la dignificación de la labor que cumplen ellos en un país fundamentalmente agrario.
1 Ver artículo de El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/politica/los-ganaderos-y-la-financiacion-paramilitar/
Para conocer más del proyecto de acuerdo 256 del 2020 que declara la emergencia climática en Bogotá sigue el siguiente enlace: http://concejodebogota.gov.co/cbogota/site/artic/20200114/asocfile/20200114094332/edici__n_3032_pa_155_de_sd_y_253_257_pd_de_2020.pdf#page49