El pasado 2 de julio se llevó a cabo el panel “Latinoamérica antiespecista contra el extractivismo” como parte de las Jornadas de Estudios Ecologistas que se desarrollaron en el marco del “Mes por la Tierra y contra el Capital”. La jornada, organizada por
FECOU – Frente Ecologista Universitario, estuvo dedicada a la memoria de la luchadora popular Maite Amaya, feminista, travesti, antiespecista, anarquista, piquetera[1] y referente de la Federación de Organizaciones de Base (FOB) de Córdoba Argentina. En el panel participaron diferentes colectivas antiespecistas de Latinoamérica como: Brigada Animal de México, Frente de Resistencia Animal y de La Tierra (FRAT) de Costa Rica, Activistas por la Defensa y Liberación Animal – ADLA de Ecuador, Resiliencia de la Tierra de Perú, Colectivo Animalista Alza tu Voz de Chile, Frente Antiespecista Interseccional Revolucionario (FAIR) de Argentina y el Centro de Estudios Abolicionistas por la Liberación Animal (CEALA) de Colombia.
Algunas de las ideas centrales que se plantearon en el encuentro fueron: 1) la relación existente entre la degradación ambiental causada por el extractivismo y las afectaciones directas o indirectas a les animales y los ecosistemas que habitan; 2) la relación entre la lógica extractivista de dominación de la tierra y la explotación de los animales: y 3) la necesidad de tejer puentes entre las luchas ambientalistas y las luchas antiespecistas en Latinoamérica y el Caribe.
A continuación, compartimos algunas de las reflexiones que expusimos en el marco de este encuentro desde el colectivo CEALA y que hemos venido ampliando para comprender la relación entre el extractivismo y el especismo. Para ello, nos situamos desde una lectura ecofeminista desde la cual comprendemos al extractivismo como una expresión del capitalismo patriarcal. Desde esta perspectiva problematizamos la forma en que el patriarcado, el capitalismo y el especismo son sistemas de opresión que se refuerzan mutuamente y que promueven una cultura de la dominación y la violencia sobre los cuerpos feminizados: la tierra, las mujeres y las animales. Comprendemos que esta cultura de la dominación y de la violencia se enraiza, además, con el pensamiento moderno-colonial que nos atraviesa y que está basado en los preceptos del antropocentrismo, la razón instrumental y la visión mecanicista del mundo que considera que la naturaleza, la tierra y los animales no humanos son cosas descartables, apropiables y explotables, meros medios para los fines de la acumulación.
Adentrándonos a la comprensión del extractivismo, podríamos analizar que su creciente expansión en Latinoamérica responde a la búsqueda de nuevos espacios de acumulación de capital a nivel global. Ahora bien, podríamos considerar que este no es un fenómeno nuevo, ya que si miramos a profundidad podemos reconocer que el proceso de conquista y colonización ya implicó un despojo previo de las riquezas de los pueblos de Abya Yala. No obstante, lo novedoso de esta expansión del extractivismo en Latinoamérica es su gran magnitud e intensidad que se enmarca en el capitalismo voraz y en la implementación de políticas de corte neoliberal. Aquí es importante señalar que desde hace un par de décadas el extractivismo es promovido por parte los gobiernos latinoamericanos -tanto los de derecha como los de corte más progresista- bajo el discurso del desarrollo, el progreso, el crecimiento económico y la modernización.
Teniendo en cuenta lo anterior, podríamos considerar entonces que la expansión del extractivismo dentro del capitalismo contemporáneo
hace parte del proyecto moderno-colonial que se posiciona bajo el discurso de desarrollo y sus pilares: crecimiento económico y progreso ilimitado. Este discurso trae implícito una visión instrumental de la naturaleza, los territorios y los seres que los habitan. Bajo esta lógica se dinamiza el capitalismo patriarcal, en donde la naturaleza, es decir la vida en sus múltiples expresiones, es considerada como un medio, un instrumento o una cosa. El agua, la tierra, los bosques, las montañas, los minerales, los ecosistemas, los animales y nosotras mismas como especie humana somos solamente eso, un objeto de extracción y explotación. No obstante, como respuesta a la creciente proliferación de estos proyectos en Latinoamérica, en las últimas décadas han emergido luchas territoriales que se oponen al despojo violento de los territorios, las comunidades, la devastación de los ecosistemas y las afectaciones socioambientales.
Llegando a este punto, nos gustaría detenernos a reflexionar sobre lo que estamos entendiendo por extractivismo. Retomamos aquí el legado de la ecología política latinoamericana y sus referentes (como Eduardo Gudynas, Maristella Svampa, entre otras), desde donde podemos definir el extractivismo como una forma específica de apropiación de los bienes comunes de la naturaleza[2], sean estos renovables o no, que implica su extracción en alta intensidad. Por lo general, esta extracción está orientada al comercio exterior como materia prima. Como ejemplos de extractivismo identificamos: 1) los megaproyectos del orden energético: extracción de hidrocarburos, ya sea a través de técnicas convencionales o no convencionales (Fracking), las empresas eólicas e hidroeléctricas; 2) la minería a gran escala o de gran impacto, 3) la agroindustria: 4) la ganadería extensiva y las granjas intensivas de explotación de animales.
En síntesis, y como se evidencia en los ejemplos enunciados, lo que caracteriza al extractivismo es la lógica de EXTRAER de la naturaleza. Es decir, las empresas extractivas no producen petróleo, gas, carbón, ni oro, sino que lo extraen del subsuelo de la tierra; y los barcos pesqueros en alta mar no producen peces, sino que los extraen de los océanos. Por lo tanto, consideramos problemático hablar de “empresas productivas”, porque su lógica es, por el contrario, la extracción y la usurpación de la naturaleza. De la misma manera, las empresas dedicadas a la cría de animales operan bajo la lógica extractiva, por lo que nos parece cuestionable hablar de “producción” de leche, huevos, “carne” u otros derivados de origen animal, pues realmente no son el producto de una creación humana. La lógica que está detrás es la de la EXTRACCIÓN, que extrae bienes de los cuerpos de los animales, principalmente de las hembras, dada su capacidad de re-producir la vida. Así pues, las empresas lecheras no producen leche, la extraen de las vacas; las granjas avícolas no producen huevos, los extraen de las gallinas ‘ponedoras’; las granjas porcinas no producen cerdos, los re-producen a partir de la explotación reproductiva de las cerdas hembras gestadoras de las que se extraen sus crías. Y sucede lo mismo con la ganadería y otras empresas dedicadas a la cría intensiva de animales “destinados para el consumo humano”. Podemos observar, entonces, cómo la lógica de dominar, explotar y usurpar las vidas de los animales responde a la lógicas extractivas inherentes al patriarcado capitalista, en donde la naturaleza y los animales no humanos han sido instrumentalizados, cosificados y convertidos en “recursos” o “bienes de consumo”.
Ahora bien, además de la relación directa entre la dinámica extractiva y la explotación sistemática de los animales a partir del capitalismo patriarcal, identificamos a la agroindustria como una expresión del extractivismo, y que es importante para nosotras problematizarla, más cuando contemplamos formas de alimentación basadas en plantas. Comprendemos a la agroindustria como una forma específica de explotación de la tierra a partir de grandes extensiones de monocultivos, el uso intensivo de pesticidas y la introducción de semillas modificadas genéticamente que conllevan a la reducción de la biodiversidad. Hemos visto cómo en varios países de Latinoamérica se extiende el modelo de agroindustria para varios de los cultivos alimentarios y también para otros commodities, como el caso de la palma aceitera, entre otros. También hemos visto cómo en países como Argentina y Brasil se expande la agroindustria de la soya transgénica. La mayor parte de estos cultivos de soya están destinados para la alimentación de animales explotados en criaderos, pero también una parte de estos se destina para alimentos de consumo humano, particularmente con el auge de productos a base de soya, que hábilmente la industria de productos vegetarianos ha corporativizado. Además de la soya, otros cultivos importantes para la alimentación humana están siendo cultivados a partir de grandes monocultivos, pesticidas y semillas híbridas o transgénicas, como es el caso del arroz, el maíz, entre otros.
En el modelo de la agroindustria también opera la lógica de la dominación y la violencia sobre la naturaleza, así como los postulados patriarcales de “productividad”, al pretender controlar, centralizar y homogeneizar los frutos de la tierra, ya sea con fines de alimentación o con fines de “materia prima”. Bajo esta lógica, se priorizan ciertas variedades que son rentables para el mercado y se descartan las demás, negando el patrimonio biocultural que ha sido construido durante años de selección y siembra por parte del campesinado. Consideramos, entonces, que nuestra alimentación no debería depender de un sistema agroindustrial basado en los postulados del “productivismo” patriarcal que ejercen dominación y violencia sobre la tierra, la naturaleza y los pueblos latinoamericanos.
Conclusiones
En primer lugar, el extractivismo es una expresión de la dominación del capitalismo patriarcal sobre la naturaleza y sobre las diferentes formas de vida animales. Consideramos, por lo tanto, que la lucha antiespecista debe incluir una lucha contra el extractivismo y todas las formas de explotación de la naturaleza.
En segundo lugar, la lógica extractivista también se expresa en los sistemas agroalimentarios actuales basados en la agroindustria, la ganadería extensiva y las granjas intensivas de explotación de animales. Por lo tanto, debemos cuestionar estos sistemas agroalimentarios hegemónicos y la forma en que producen alimentos, para construir un veganismo de carácter popular que le apuesta a la soberanía alimentaria.
Justamente, sobre esto último, encontrarán algunas reflexiones que hemos planteado en la cuarta edición de la Revista Animales & Sociedad que está disponible en línea, ¡les invitamos a leerla!
[1] Hace referencia al movimiento social en Argentina que realiza piquetes o cortes los caminos como forma de protesta social.
[2] Nótese que intencionalmente evitamos utilizar la palabra “recurso” para referirnos a los bienes o elementos de la naturaleza que son apropiados, pues, como enunciamos anteriormente, la palabra “recurso” responde a la visión instrumentalizada de la tierra y de los diversos seres que la habitamos.