Cada diciembre nos encontramos con una saturación de productos en todas las instancias de la vida, situación que nos genera un imaginario de conformidad que se basa en un consumo desenfrenado de productos muchos de ellos innecesarios: ese imaginario de que la felicidad es directamente proporcional a nuestra capacidad de compra se invoca con mayor fuerza por estas épocas. En este sentido, el modelo de producción encuentra en estas “festividades” un escenario propicio para aumentar sus procesos de acumulación, un escenario del que nadie – ¡nadie! – se salva. Y es que la navidad está muy lejos de ser una ocasión para la alegría, la tranquilidad y la solidaridad. La situación en la que se encuentran los animales lo confirma sin lugar a duda: el consumo de carnes, la venta de “mascotas”, el uso de pirotecnia y el consumo de productos que suponen una extracción elevada de materia y energía, representa la otra cara de la navidad. Entremos a revisar algunas tradiciones navideñas y los impactos que tienen en la vida de los animales:
- La cena navideña y de año nuevo: En cada región del país se acostumbra a compartir en familia recetas autóctonas, sin embargo, hay algunas que tienen un impacto importante en la reproducción intensiva y en la explotación de animales. Es común la preparación y el consumo de alimentos como los tamales, el pavo navideño, la lechona, el sancocho, entre otros, pero ¿cuál es el costo que tienen estas tradiciones?, ¿nos detenemos a pensar en algún momento en la vida de estos animales? Aunque las cifras en Colombia no discriminan de manera específica cuál es el porcentaje de consumo de carnes, de acuerdo con cifras de FEDEGAN únicamente para “carne de res” se producen cerca de 1000 toneladas al año. De acuerdo con Porkcolombia – nombre con el que se busca establecer una relación directa entre el consumo de carne de cerdo y la construcción de nación – hasta noviembre de 2020, 4’503.708 cerdos habían perdido la vida para alimentar caprichos y para estimular un nacionalismo banal. Hasta agosto de 2020 la “producción” de carne avícola estuvo alrededor de 1’040.660 toneladas, como lo indican las cifras de FENAVI. Imaginemos entonces cuántos animales son sacrificados solo para la temporada decembrina, una época en la que resulta impensable una cena sin “pavo” o “lechona”. Y es que parece que, para ser un buen colombiano, católico y patriota, hay que matar y consumir animales a diestra y siniestra. Sería bueno preguntarnos si para construir país y para ser colombiano/as resulta necesario derramar tanta sangre, una reflexión que ciertamente nos permite relacionar la ola de violencia sociopolítica que vive Colombia con la explotación sistemática a la que son sometidos los animales. No se olvide usted, lector y lectora, que el paramilitarismo, responsable del despojo y la masacre del pueblo colombiano, está vinculado con la producción de carne en el país, es decir, con la matanza masiva de animales.
- Los regalos: Sabemos que es una tradición a la que no toda la población tiene la posibilidad de acceder o si accede es a través de la deuda. De nuevo, la idea de que la navidad sin consumo no es navidad. Y aquí queremos reflexionar sobre la cuestión de las “mascotas”. A pesar de que hay un importante aumento en la adopción de animales domésticos, aún en diferentes sectores de Bogotá siguen operando criaderos para la venta de diferentes especies animales. Si la problemática ya es lo suficientemente compleja, hay aspectos que pasan inadvertidos: el abandono de animales, las dinámicas de explotación a las que se ven sometidas las perras/gatas que son usadas como máquinas de reproducción (quienes al finalizar su “ciclo productivo” o al ser consideradas inservibles terminan enfermas en las calles engrosando las cifras de animales que son abandonados a su suerte). Pero incluso los procesos de adopción no están del todo al margen de la “mascotización” de los animales. Las cifras de abuso y explotación de animales adoptados son altas. Estos animales también son abandonados en las calles en muchas ocasiones o sometidos a unas vidas miserables de precariedad y crueldad. Pero además, alrededor de la nueva ola de adopción se gesta un negocio lucrativo que especula con sus vidas, que crea nuevas necesidades, que redefine los hábitos alimenticios, etc.: muchos de estos animales son dados en adopción porque el capitalismo entendió que el negocio no radica tanto en la venta de animales sino en todos los consumos que giran a su alrededor. Esto además permite dar un sentido de responsabilidad ética que no necesariamente existe. Con esto queremos señalar que no basta con adoptar, sino que es necesario también avanzar en la desmercantilización de nuestra relación con los animales. Y aclaramos, sí hay procesos, fundaciones e individuos que están comprometidos, no solo con la adopción y la no compra de animales, sino con otras formas de cuidado y protección, pero continúan siendo una minoría.
- La celebración: Además de la comida, los regalos, la ropa para estrenar, entre otras prácticas de las fiestas decembrinas, se encuentra el uso de pirotecnia. Este hecho ha generado desde siempre una situación de peligro para las personas, pero hay otra arista del problema que se ha empezado a visibilizar recientemente desde diversas instancias y que merece también nuestra atención: nos referimos a los efectos que tiene la pólvora en la vida de los animales. Teniendo en cuenta la alta sensibilidad auditiva que tienen diferentes especies, este tipo de sonidos produce muchos efectos negativos y diferenciados en los animales. Las reacciones pueden ir desde episodios de fobia y desorientación, hasta la provocación de un paro cardiaco. Por esta razón es urgente que se adopten medidas pedagógicas para desincentivar el uso de pólvora o la utilización de alternativas.
Las celebraciones decembrinas, además de ser funcionales a un modelo de consumo y producción inviable desde el punto de vista de la vida, tiene implicaciones negativas directas en la existencia concreta de los animales. Con esto no queremos negar la importancia que tiene esta fecha para las familias, sino todo lo contrario, creemos que es importante resignificar estas prácticas sobretodo en momentos tan complejos donde los vínculos humanos se desdibujan cada vez más en las redes que impone el mercado. Consideramos que en las familias hay escenarios importantes de disputa por la reconstrucción del tejido social.
Por esta razón compartimos estas breves reflexiones. Es importante repensarnos colectivamente en el marco de estas festividades de fin de año. Podemos compartir con nuestros seres queridos recetas tradicionales sin necesidad de incurrir en la explotación de animales. ¿Qué tal un arroz con leche de almendras o de coco? ¿Unos buñuelos con queso de marañón? ¿Un tamal con quinua? ¿Qué tal una olla comunitaria con arroz atollado vegano? Podemos animarnos a preparar en familia y con nuestros vecinos y vecinas estas recetas o incluso apoyar a aquellos procesos productivos populares que preparan alimentos veganos.
Si alguien cercano tiene la intención de tener un compañero/a animal no humano en casa y tiene las condiciones y la responsabilidad para asumirlo, podemos animarle y acompañarle en un proceso de adopción para evitar que compre uno en una tienda de mascotas. También podemos insistir en los peligros y afectaciones del uso de la pólvora y buscar otras formas de celebración que no afecten negativamente el entorno. Finalmente los animamos a buscar regalos que no sigan reproduciendo el consumismo característico de fin de año. ¿Qué tal compartir un paseo en bici?, ¿preparar un picnic en familia?, ¿escribir un poema o una canción?, ¿dar un abrazo?, ¿ofrecer una sonrisa…?
Para concluir, desde el equipo editorial de la Revista Animales & Sociedad les deseamos felices fiestas, siempre con la convicción de que el próximo año seamos más y más personas las que trabajemos por la liberación animal.