Los animales no humanos: otras víctimas del conflicto armado en Colombia

por | Abr 9, 2024

Por: Dore Zapata Vásquez1

El conflicto armado en Colombia ha dejado huellas imborrables en un gran porcentaje de ciudadanos y ciudadanas, pero también las ha dejado en la naturaleza y en los seres animales. Este ha sido un tema poco investigado. No obstante, se ha evidenciado, por medio de fotoperiodistas y de diversos testimonios, las heridas que han dejado acciones en el marco de la guerra en estas víctimas invisibles o, más bien, invisibilizadas.

La invisibilización, o incluso la naturalización de los animales, en medio del conflicto en Colombia, ha sido una constante en el proceso de reconstrucción de la memoria de la guerra. Este planteamiento no pretende expresar un reproche, sino más bien plantear una necesidad. Investigar sobre los efectos de la guerra en otros seres no humanos responde a los retos del movimiento antiespecista en la actualidad, el cual crece día a día al comprender la existencia de los animales más allá de objetos para nuestros fines, consumo o compañía.

Animales domesticados, exóticos, salvajes e insectos, han sido bombardeados, ahogados por petróleo, abandonados, tomados como armas, como propiedad o por diversión en el marco del conflicto. Sin embargo, la denuncia de los animales como víctimas de la guerra no es frecuente, no solo por la idea de inferioridad frente al ser humano que culturalmente se les ha atribuido, sino también porque esta idea no ha permitido construir leyes que procuren una consideración moral en la que puedan tener un carácter de víctimas de la guerra. 

Por el contrario, a miles de víctimas humanas se les ha atribuido una representación de animal para mantener la sevicia. María Victoria Uribe propone que la conversión del operador de sevicia se basa en una representación de la víctima como animal. Si la víctima se convierte en animal desde las representaciones del victimario, la sevicia se vuelve entonces una cruel réplica de los procedimientos y las técnicas que se despliegan en el sacrificio de los animales. La animalización de la víctima genera una indiferencia que es necesaria para eliminarla (Suárez, 2008, p. 69).

Periodistas que han visto de cerca la guerra muestran algunos ejemplos con sus fotos y pueden dar sus testimonios:

Alguna vez narraba un periodista que hizo presencia en la zona bombardeada junto al Ejército colombiano, que a la mañana siguiente, cuando ya era seguro ingresar a las ruinas del campamento guerrillero, las únicas víctimas que parecía haber dejado el bombardeo eran las decenas de animales entre osos hormigueros, monos, aves y hasta venados que yacían mutilados y agonizantes tras haber sido alcanzados por la lluvia explosiva que durante varias horas arreció sobre la selva, sobre su hábitat. (Córdoba, 2016)

Por las razones que he mencionado, no es fácil encontrar cifras o estadísticas sobre el impacto del conflicto armado en los animales. Sin embargo, sabemos que fueron desplazados, bombardeados, secuestrados e instrumentalizados, pero los medios y discursos institucionales se han encargado de construir un relato en el que parecen sugerir que las bombas caían en “territorio enemigo” y no en bosques y selvas (Córdoba, 2016).

Juan Rúa (2015) plantea que en la actualidad hay poca bibliografía en el tema por la naturalización del problema, lo que ha generado que los estudios contemporáneos sean bastante escasos y puntuales, por lo que no nos permite más que hilvanar retazos. Todo esto tiene que ver con el antropoespecismo y aunque este mismo autor plantea que la visión sobre los animales parte, necesariamente, desde una perspectiva humana, hay un límite que debe guardarse muy celosamente: “aquel que traspasamos cuando le damos al entendimiento de nuestras características un valor totalizador y excluyente” (p. 58). 

Si la víctima se convierte en animal desde las representaciones del victimario, la sevicia se vuelve entonces una cruel réplica de los procedimientos y las técnicas que se despliegan en el sacrificio de los animales.

La apatía frente a este problema puede ser más grave de lo que se ve a simple vista. Un estudio de la Universidad de Yale, en conjunto con la de Princeton, reveló que las guerras causan un impacto irreversible en el mundo animal. Es tal el efecto, que los animales que consideramos exentos de peligro pueden dejar de existir más pronto de lo que pensamos (Almaraz, 2018). Hoy son múltiples las amenazas que resisten los animales para lograr su sobrevivencia: la caza, el cambio climático, la deforestación y las guerras.

Es claro que el conflicto armado ha causado dolores profundos en Colombia, pero no está en contravía de ello visibilizar el dolor que también han soportado los animales en medio de enfrentamientos, incluso con una intención de promover la verdad y la paz imperfecta que tanto queremos y necesitamos todos los seres que habitamos el territorio nacional. Es nuestro deber aportar a la construcción de un Estado y una economía respetuosa de la vida animal y los ecosistemas en los que vivimos. La paz también debe construirse por y para los no humanos.

Visibilizar y sensibilizar en torno a los efectos de la guerra como algo que no sólo afecta a los humanos permitirá considerar a los animales como víctimas silenciosas de las tantas violencias físicas y simbólicas a las que son sometidos y que en ocasiones parecen naturalizadas. El “burro bomba”, los “perros mulas”, o la fauna silvestre bombardeada en la selva son tan solo unos ejemplos de la importancia de reconstruir los hechos, como bien lo hizo la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición2 en el marco del conflicto armado interno.

Cabe resaltar que la Comisión de la Verdad, en su intención de ofrecer una explicación amplia de la complejidad en la historia del conflicto, construyó algunos productos que hablan de los animales y la naturaleza en medio del conflicto por medio de testimonios y reflexiones de diferentes actores sociales. Uno de ellos se refiere especialmente al caso del burro cargado de explosivos para atacar a la Policía de Chalán (Sucre) en 1996 por parte del Frente 35 de las FARC (Comisión de la Verdad, 2022). No obstante, la víctima animal sigue siendo relegada en medio del discurso.

Hablan también de la relación que los combatientes y secuestrados crean con las aves en medio de la selva y generan varias producciones en el capítulo “Impactos, afrontamientos y resistencias” para hablar de la naturaleza como víctima con el título “La naturaleza herida por la violencia”, en el que se encuentran 3 documentales y 3 mapas infográficos que reúnen especialmente afectaciones en diferentes ríos del país a causa de la guerra.

Es fundamental que quienes hemos sido activistas por los animales comencemos a investigar mucho más las consecuencias del conflicto en los animales para incluir este tema en la implementación del acuerdo final entre las FARC y el Estado Colombiano o en la negociación de futuros acuerdos de paz con otros grupos armados que, confío, puedan hacerse en el gobierno de Gustavo Petro. Los hallazgos permitirían construir un enfoque antiespecista e interespecie que vincule a los animales como víctimas silenciadas. 

Por otra parte, es necesario que reflexionemos con víctimas humanas sobre frases como “nos trataron como animales”, puesto que profundizan el especismo y la naturalización de la violencia hacia los no humanos. Es preciso que exijamos al congreso de la república, las altas cortes, jueces y, en general, al Estado colombiano, que se declare a los animales como sujetos de derecho, pues es un asunto aún inconcluso en la jurisprudencia. Aunque se los reconoce como seres sintientes, es una declaración aún precaria para la protección real de sus intereses.

Promover el respeto hacia otros seres aporta a la construcción de paz entre seres humanos. Esto podría hacerse desde la educación crítica para la paz, la educación popular, la pedagogía del diálogo y de la memoria, la Investigación Acción Participativa (IAP), entre otras. Se podrían construir procesos integrales de generación de conocimiento y transformación en el que personas antiespecistas, en medio de sus diferencias, encuentren algo en común y sientan que pueden cambiar el mundo promoviendo una paz integral e interespecie.


  1. Trabajadora Social UdeA, candidata a magíster en Educación y Derechos Humanos; madre joven y activista por los animales y la naturaleza en La Revolución de la cuchara desde 2008.
    ↩︎
  2. Más conocida como Comisión de la Verdad. Ver: comisiondelaverdad.co
    ↩︎

Referencias Bibliográficas:

Almaraz, L. (2018). Los animales son las víctimas ignoradas de las guerras en el mundo. Cultura Colectiva. https://news.culturacolectiva.com/mundo/animales-como-victimas-de-las-guerras/

Comisión de la Verdad. (2022). ¡Y estalló la desconfianza! | Informe Final. https://www.comisiondelaverdad.co/impactos-afrontamientos-y-resistencias/y-estallo-la-desconfianza

Córdoba, M. (2016). SÍ a la paz por los animales. Las2orillas. https://www.las2orillas.co/la-paz-los-animales/

El Espectador. (2022). El 37% del Acuerdo de Paz tiene avances mínimos, dice informe del Instituto Kroc. Paz y Memoria. https://www.elespectador.com/colombia-20/paz-y-memoria/informe-instituto-kroc-2022-sobre-implementacion-del-acuerdo-de-paz-en-los-primeros-cinco-anos/

Ribot-Lacosta, L. (2015). Los efectos de la guerra en el medio ambiente – Super Science Me. Super Science Me, 1. https://superscienceme.wordpress.com/2015/11/06/guerra-medioambiente/

Rúa, J. C. (2015). De garras y guerras : reflexiones sobre el uso de los animales en el ejercicio legal de la seguridad armada desde una visión abolicionista [Universidad de Antioquia, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas]. En Universidad de Antioquia. http://bibliotecadigital.udea.edu.co/bitstream/10495/10053/1/RuaJuan_2017_DeGarrasyGuerras.pdf

Suárez, A. F. (2008). La sevicia en las masacres de la guerra Colombiana. Analisis Politico, 21(63), 59–77. https://revistas.unal.edu.co/index.php/anpol/article/view/46017/47570

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