Marcar no es pintar: “Fico”, los caballos que llevan su nombre y la sociedad de esclavos

por | Abr 20, 2022

Por: Iván Darío Ávila Gaitán

Recientemente han sido puestas a circular fotografías de caballos montados y marcados con aerosol. Los caballos llevan en sus cuerpos el hipocorístico del candidato presidencial de ultraderecha Federico Gutiérrez, “Fico”, quien ha defendido públicamente las cabalgatas y diversos tipos de subordinación, sujeción y explotación animal. Este marcaje no es inocente, pues al emplear los cuerpos de los animales no humanos como meras superficies para la propaganda política se está ratificando su lugar de cosa o propiedad, estatus que actualmente tienen los animales no humanos, de manera formal y material, tanto en Colombia como en el resto del mundo. Por otro lado, el temor conservador a la idea de “expropiación” que, valga decir, no está en los planes de gobierno de ninguno de los candidatos presidenciales, es el mismo miedo al ataque o deterioro de la “propiedad privada”. Sin embargo, habría que preguntarse de qué tipo de propiedad estamos hablando y por qué realizar una pinta o grafiti resulta motivo de alarma, y no así el marcaje de un caballo con aerosol. Para ello es importante establecer la diferencia entre la propiedad ligada al despojo y la asociada a las capacidades o necesidades vitales, así como su correlato: la diferencia entre marcar y pintar.

«Este marcaje no es inocente, pues al emplear los cuerpos de los animales no humanos como meras superficies para la propaganda política se está ratificando su lugar de cosa o propiedad, estatus que actualmente tienen los animales no humanos, de manera formal y material, tanto en Colombia como en el resto del mundo.»

El pánico a la “expropiación”, además inducido de manera masiva, es el temor a perder las cosas o propiedades que se han obtenido a través de dinámicas de despojo: despojo de tierras, del agua, del conocimiento, de los medios de producción, del propio cuerpo, etc. Dichas dinámicas no solo hacen posible la explotación, sino que implican una jerarquía clara entre poseedor y poseído, amo y esclavo, señor y vasallo, etc. En Colombia, evidentemente, tenemos una sociedad estratificada en la que los poseedores, amos y señores repiten, una y otra vez, el despojo de las comunidades, los sectores populares, los animales no humanos y la naturaleza. Federico Gutiérrez es el candidato funcional al despojo y la reproducción de las jerarquías; él es, literalmente, el candidato de la dominación y la explotación. Marcar “lo suyo”, “aquello que le pertenece”, y que por ende subordina y relega al estatus de cosa o propiedad, no debería sorprender a nadie. Como tampoco deben sorprender ciertos deseos de posesión que circulan socialmente y atraviesan diferentes estratos: ese “Fico” que cada uno lleva en su corazón. El miedo generalizado a la “expropiación” implica un desconocimiento del propio lugar que se tiene en la estructura social, pero también un deseo, absolutamente real, de no ocupar una posición de inferioridad y una consecuente identificación con las posiciones superiores o de mando.

En este contexto, es necesario poner de manifiesto la relación entre despojo y marcaje, tan evidente en la industria de la explotación animal y practicada, asimismo, con seres humanos históricamente esclavizados y dominados, especialmente con sujetos racializados como negros e indígenas, niños, mujeres y clases bajas en general. El marcaje ha sido físico, epistemológico y jurídico, lo que es poseído lo es físicamente, en el terreno del conocimiento y en el de la ley. Marcar no es pintar, es un acto que cerca un cuerpo y lo convierte en un cuerpo-para-otro. Cada acto de “disfrute” del “bien poseído” es un acto reiterado de marcaje, de ratificación de la dominación. Que “Fico” ponga su nombre en cuerpos ajenos, dominados y explotados le resulta completamente normal a mucha gente. Parece que estamos tan habituados a la lógica del “nombre del Padre”, del Dios que crea el mundo y le encomienda al hombre d(en)ominar a los animales, del pater familias romano que posee a su mujer, sus hijos, sus esclavos, sus animales y sus propiedades inanimadas, que no comprendemos la diferencia entre marcar y pintar.

En contraste con la propiedad asociada al despojo, apremia reconocer otro ejercicio de apropiación: la apropiación de nuestras capacidades, de nuestras relaciones, de nuestra vida. Urge transitar de una sociedad de propietarios y poseídos por despojo a una sociedad que garantice al máximo la expansión de la vida, la felicidad. Se trata, pues, de una democratización del conocimiento, del agua, de la técnica, de la tierra que somos. De ahí que el paso consecuente, a contrapelo del marcaje, sea la lucha, formal y material, por levantar progresivamente el estatus de cosa o propiedad de todos los animales. Nuestra lucha no es contra “Fico” y todo aquello que representa, sino a favor de la vida, por la vida que se expresa, por ejemplo, en la relación que establecemos con nuestros compañeros caballos. Si es necesario, entonces, tendremos que dejar pintada en los muros de las calles, de la “propiedad privada” y en la Constitución la consigna Marcar no es pintar. Pintaremos con el objetivo de abandonar la sociedad de esclavos.

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